domingo, 26 de junio de 2011

VIDEO DE MUJERES EN EL ARTE

Interesante video para mirar.

Women In Art from Philip Scott Johnson on Vimeo.

RETRATO DE LUCREZIA PANCIATICHI, de Agnolo Bronzino



En realidad este relato es el que se confunde con la condesa Elizabeht de Bathory, un personaje muy siniestro, lo mas cercano a la esencia del mito del vampiro.

La condesa Isabel Bathory nació en 1560 en una de las familias más ricas e ilustres de Europa, se casó a los quince años con el conde Ferencz Nadasdy.

En una ocasión que su marido partió a la guerra, la condesa se sintió aburrida y comenzó a externar todas sus patologías psicológicas: comenzó a coquetear con los sirvientes, principalmente con las muchachas y fue iniciada en la brujería y en la magia negra por un criado.

Su marido murió en 1600, cuando ella tenía 40 años; expulsó del castillo a su suegra y mando a sus hijos con unos parientes para entregarse a sus macabros placeres.

Un día, una de sus criadas la estaba peinando y le jaló el cabello por accidente; la condesa le dio tal bofetón que hasta hizo que salpicara sangre del rostro de la doncella y le cayera a ella en la cara, por alguna razón sacó la conclusión de que su piel había quedado más tersa donde la sangre le había caído. En ese momento mandó a sus sirvientes y cómplices a que le cortaran las venas a la muchacha y le sacaran toda la sangre para que se pudiera bañar con ella.

Este baño fue sólo el primero de una masacre que duró por años: los sirvientes de la condesa recorrían los campos consiguiendo doncellas con la promesa de ser cortesanas del palacio y luego eran asesinadas para que la condesa se bañara en su sangre y bebiera de ella.

Al principio mandaba enterrar los cadáveres, con el paso del tiempo sólo los mandaba tirar en el bosque para que los lobos los comieran. En una ocasión, los lobos tardaron y los aldeanos encontraron cuatro cadáveres y promovieron un alboroto que llegó hasta oídos del rey quien mando un destacamento de soldados al palacio de la condesa el 30 de diciembre de 1610.

La escena que encontraron es indescriptible: una muchacha muerta y sin sangre, otra viva llena de heridas y otra moribunda, desangrándose y con señas de tortura.

Todos los criados fueron declarados culpables y condenados a muerte; la condesa fue emparedada en su dormitorio con sólo una rendija para recibir agua y alimento. Vivió así cuatro años más.



PARA MÁS INFORMACIÓN, OS DEJO EL ENLACE DE LA WIKIPEDIA:

http://es.wikipedia.org/wiki/Isabel_B%C3%A1thory

miércoles, 22 de junio de 2011

ENRIQUE VIII DE INGLATERRA, de Hans Holbein



Enrique VIII fue Rey de Inglaterra (1491-1547), Señor de Irlanda desde el (22 de abril de 1509) hasta su muerte y Reformador Protestante Inglés. Fundador del Anglicanismo. Nació el (28 de junio de 1491) y murió el (28 de enero de 1547). Fue el Segundo Monarca de la Casa Tudor, descendiente de su padre, Enrique VII. Famoso por haberse casado 6 veces y por ejercer el poder más absoluto entre todos los Monarcas Ingleses. Entre los hechos más notables de su reinado se incluye su ruptura con la Iglesia Católica Romana, y su establecimiento como “Cabeza de la Iglesia de Inglaterra” (Iglesia Anglicana), la disolución de los Monasterios y Conventos, y la unión de Inglaterra con Gales. De su unión con Ana Bolena nació Isabel I, la futura reina Bess.

La protección que dispensó al pintor alemán Hans Holbein se tradujo en una formidable serie de retratos y dibujos a color, que efigian a muchos personajes de la Corte de aquella época. Destaca el retrato del propio Enrique VIII, por el mencionado Hans Holbein.



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Una historia sobre el rey Tudor:
Así como hay constancia de que Iván era sifilítico, no hay ninguna seguridad de que su contemporáneo, Enrique VIII de Inglaterra, también lo fuera. Muchos escritores de la época lo negaron, aunque todo el mundo coincidía en que, además de las importantes heridas sufridas en los torneos, padecía varias enfermedades: gota, várices, osteomielitis del fémur y escorbuto, sin hacer especial mención a su obesidad; todas ellas han sido sugeridas como probables causantes del cambio de carácter que evidenció alrededor de los cuarenta años.

En razón de la diferencia de opiniones, es razonable reexaminar evidencia porque, cualquiera haya sido la causa, ha ejercido una notable influencia en el destino del naciente Imperio británico.

Digamos que no había una razón específica por la cual Enrique tuviera que padecer esas discapacidades. Alguien del siglo XVI que viviera hasta los cincuenta y seis años tendría que haberse considerado afortunado si sólo sufría una enfermedad crónica, ya que la mayoría no tenía tratamiento. Enrique intervino en los deportes más violentos de su época, y comía y bebía en exceso; en los últimos años fue monstruosamente obeso, por lo que nada pueden sorprender sus várices. La gota y el escorbuto, desórdenes asociados a la dieta, eran comunes para el estilo de vida que llevaba. Ninguno de estos síntomas puede ser tomado como prueba para aseverar que la sífilis era la causante “oculta” de esos males.

Enrique nació en 1491, al menos dos años antes de que la sífilis apareciera en Europa. Por lo tanto, no es necesario indagar entre sus antepasados, aunque sí entre sus descendientes. La primera de sus esposas, Catalina de Aragón, madre de la reina María, tuvo un hijo varón que murió a los pocos días de nacer, y le siguieron al menos tres abortos en el séptimo u octavo mes de embarazo. Ana Bolena, la madre de Isabel I, sufrió un aborto a los seis meses y otro a los tres meses y medio. Jane Seymour tuvo a Eduardo Vl, nacido en 1537, y es muy poco probable que haya concebido nuevamente en los diecisiete meses que duró su vida marital. El cuarto casamiento con Ana de Cléves no fue consumado. Tampoco hay antecedente de embarazos de Catalina Howard, casada con Enrique entre ¡542 y 1544, o de Catalina Parr, su viuda en 1547, después de cuatro años de matrimonio.

Enrique tuvo, al menos, cuatro hijos. El único varón ilegítimo conocido fue Henry Fitz Roy, conde de Richmond, quien murió a los diecisiete años por una infección pulmonar, quizá tuberculosis. Isabel I falleció a los sesenta y nueve años; se dice que era corta de vista y pudo haber tenido razón en creer que no podía dar a luz. María Tudor murió a los cuarenta y dos años, era corta de vista, hablaba en voz alta —un rasgo típico de los sordos— y su nariz era ancha y chata, de la que manaba un pus maloliente que provocaba permanentes quejas de su esposo Felipe II. El único hijo legítimo, Eduardo VI, murió en 1553, a los quince años. Nunca fue un niño sano y ¡a causa de su muerte permanece en el misterio. Justo un año antes, en abril de ¡552, se enfermó de sarampión y viruela y se pensó que era “una manifestación, para purificar su cuerno de insalubres humores, que ocasionan largas enfermedades y la muerte”. Hay casi certeza de que, desde comienzos de 1553, su salud se agravó por una tuberculosis pulmonar. Una erupción en la piel apareció en las últimas dos semanas de su vida, las uñas se le cayeron y los extremos de los dedos y pies se necrosaron. Se cree, según diferentes opiniones, que fue envenenado.

Cualquier incidente aislado en esta historia bien podría ser debido a otra enfermedad, no obstante, la incidencia es acumulativa. Los tres hijos de Catalina de Aragón murieron antes de nacer y todos después del cuarto mes de embarazo, y Ana Bolena tuvo un aborto a los seis meses. Eduardo murió en 1552, luego de una erupción en la piel que parecía tuberculosis sifilítica congénita. En resumen, tenemos la miopía de Isabel y María, más la presumible sordera de esta última y la base de su nariz achatada con una continua y maloliente secreción nasal; cualquiera de estos síntomas podría ser resultado de una sífilis congénita. Por último, tenemos la evidencia de los dos últimos casamientos de Enrique: si, como aseguran los historiadores, su política en este sentido era dictada por un profundo deseo de crear una rama fuerte de los Tudor, entonces se infiere que Enrique se volvió estéril o impotente cerca de los cuarenta años, lo que constituye un fuerte argumento a favor de la sífilis.

En su juventud Enrique fue descrito por el veneciano Pasquiligo como “el más elegante potentado que yo haya visto, con una altura mayor que la común y piernas y pantorrillas extremadamente finas, de tez blanca y brillante, cabello castaño rojizo, peinado corto y lacio y una cara redonda tan bella que le sentaría a una hermosa mujer’. El muchacho, de diecinueve años, lo tenía todo: belleza física, una magnífica presencia, encanto e inteligencia. Disfrutaba de todos los deportes, el baile y la música, y su consejero, el cardenal Thomas Wolsey, aclara que era sólido en sus ideas, de opiniones firmes, difícil de disuadir.

En febrero de 15 14, cuando tenía veintitrés años, se enfermó de viruela, aunque sin pústulas, y se recuperó por completo. Quizás estemos justificados al cuestionar ese diagnóstico, así como cuestionamos la naturaleza de la erupción de su hijo en 1552.

En 1521 Enrique sufrió el primer ataque de paludismo, una enfermedad muy común en el siglo XVI en Inglaterra, que, con intermitencias, aparecerá durante el resto de su vida. Tres años después, en 1524, tuvo un accidente mientras sostenía una justa con el duque de Suffolk, aunque no fue herido de gravedad. Enrique comenzó a padecer dolores de cabeza en 1527 y a lo largo de ese año y el siguiente desarrolló una úlcera notable en uno de sus muslos (tal vez, en los dos), que lo molestó hasta su muerte.

En el crucial año de 1527 tenía treinta y seis años; hasta entonces había reinado con buen juicio y moderación. Más de un peligroso motín había sido reprimido firmemente aunque sin crueldad para las prácticas habituales de la época. Durante esos años Enrique instauró la administración naval, construyó barcos, fundó la Casa Trinidad, mejoró puertos, levantó astilleros y almacenes. En 1521, secundado por “todos los eruditos de Inglaterra”, escribió una respuesta agresiva a Martin Lutero, que le valió el título de Defensor de la Fe, otorgado por el papa León X y empleado por sus sucesores hasta la actualidad. También fomentó el empeño de Tomás Moro para proveer una reserva de agua limpia y cloacas. Desde ¡a muerte negra la medicina había dejado de ser una prerrogativa de la Iglesia, con el consiguiente florecimiento de charlatanes e iletrados.

Parte del cambio del carácter de Enrique, sin duda, se debió a las preocupaciones que le causaba su divorcio de Catalina, ya que las discusiones se prolongaron seis años. La primera señal de desequilibrio apareció en 1531, cuando Enrique permitió que se promulgara una ley que castigaba al reo hirviéndolo hasta la muerte. Al menos tres personas fueron ejecutadas de esa manera, y el acta en cuestión fue abolida a los pocos meses de la muerte del soberano, por recomendación de los consejeros de Eduardo VI. En 1533 dictó la primera “acta de traición”, por la cual cualquier persona que difamara su casamiento con Ana Bolena, o que tratara de perjudicar la sucesión, sería considerada culpable de traición, condenada a la horca o a ser descuartizada en vida.

El reinado del terror comenzó en 1534, con una indiscriminada matanza de luteranos, anabaptistas~ católicos y lollars. Esto fue seguido por una cruel ejecución del prior de Chaterhouse y todos sus monjes, y la decapitación de Tomás Moro y el obispo John Fisher.

El 17 de enero de 1536 Enrique sufrió una profunda herida durante una justa y estuvo inconsciente por más de dos horas, logrando una recuperación definitiva el 4 de febrero. Por entonces, su conducta hacia Ana Bolena era salvaje. Como cabeza de la Iglesia de Inglaterra habría podido divorciar-se de ella, pero prefirió condenarla a muerte y declarar bastarda a su hija. La represión en las abadías en 1538-1540 se caracterizó por la condena a la horca de cualquier abad o monje que se resistiera a mostrar sumisión. El vandalismo desatado, que provocó la destrucción de la mayor parte de las obras de arte, no habría sido tolerado por el brillante y culto joven estudiante que subió al trono en 1509.

Durante los años de represión Enrique sufrió continuamente de dolores de cabeza y garganta, insomnio y úlcera en la pierna. En mayo de 1538, a los cuarenta y siete años, se dice que estuvo un tiempo sin hablar con muy mal semblante, y su vida en gran peligro”. El embajador francés Castillon asoció ese ataque con la cicatrización de la fístula en su pierna. Por esta razón se ha sugerido que Enrique sufrió una embolia pulmonar por un coágulo de una vena varicosa. La pérdida del habla, sin embargo, está más asociada con un posible ataque de apoplejía.

En ¡539 apareció el Estatuto de los Seis Artículos, una notable pieza de legislación dirigida contra cualquiera que atentara contra la posición de Enrique como cabeza de la Iglesia en Inglaterra; los protestantes eran quemados como herejes y los católicos romanos, colgados como traidores.

La vacilante política del rey respecto de la extensión de la reforma religiosa probablemente reflejaba la influencia de sus esposas. No hay duda de que Enrique se avergonzaba de la fealdad de Ana de Cléves, presentada a él por el partido reformista que condujo a la caída de Thomas Cromwell, poniendo en peligro al mejor amigo de Enrique, el arzobispo de Cranmer, para terminar en una renovada persecución de los protestantes. La impresión que queda es que Enrique comenzó con la intención de reformar lo que era su propia iglesia y luego retrocedió, frente a las posibles consecuencias que podía acarrearle esa medida en el día del Juicio Final. En este punto se sugiere la evidencia de una mente dividida: una tratando de mostrarse a sí mismo como hijo leal a la Santa Madre iglesia; la otra, intentando manejar a la Iglesia según su propio deseo.

Enrique nunca perdió el control de los asuntos de Estado. De hecho, después de la caída y muerte de Wolsey en 1529, se inclinó por una monarquía absoluta más que constitucional. Tres años antes de su muerte dirigió en persona al ejército durante la guerra contra Francia y supervisó las medidas de combate. Aunque prematuramente avejentado, con el pelo blanco y muy obeso, conservó la capacidad mental y física hasta el final. Tampoco murió como Iván, aterrorizado y sin sentido. Los relatos sobre su muerte varían y la verdadera causa permanece oscura, aunque murió pacíficamente, dándole la mano al arzobispo Cranmer, el único amigo que lo acompañó hasta el fin de sus días.

No existe un diagnóstico indiscutible en el caso histórico de la sífilis de Enrique VIII, pero ciertos indicios despiertan sospechas. Un estudiante de medicina moderno está entrenado en buscar las cosas simples antes que lo complicado. Si examinamos un niño de quince años que sufre temperatura alta, dolor abdominal y sensibilidad en el flanco derecho con cierta rigidez muscular, pensaremos en no excluir una apendicitis o peritonitis antes de considerar un tipo raro de enfermedad. A continuación, el estudiante debería hacer coincidir signos y síntomas en una entidad clínica, antes de decidir si el paciente sufre de dos o más afecciones. De igual manera debe ser considerada la historia de Enrique VIII.

El rey, sin duda, sufrió de varias dolencias menores, pero la historia médica, la historia obstétrica de sus reinas, la sospechosa muerte de su hijo Eduardo, ¡as incapacidades de su hija María, aun la leve miopía de Isabel, deben ser tenidas en cuenta en el diagnóstico. Todas pueden ser separadas describiendo distintas formas de dolencias que, al agruparse, proporcionan una evidencia más que sugerente. La sífilis fue una infección muy común a principios del siglo XV1 y no existe una buena razón para descartar que Enrique se haya librado de ella. Sea cual fuere la naturaleza de sus dolencias, o la combinación de ellas, ejercieron un profundo efecto sobre el futuro de Inglaterra. La incapacidad para producir una línea sana de varones fue el comienzo del fin de la dinastía Tudor, teniendo en cuenta que no hubo nietos legítimos o ilegítimos. La firme y eficiente autoridad de los Tudor dio paso al débil intento de los Estuardo, sumiendo al país en una guerra civil.

Después de la muerte de Enrique, Eduardo, de nueve años, accedió al trono bajo la tutela de la familia de su madre, los Seyrnour. Con su patrocinio, Eduardo lideró mejor que nadie a los protestantes. La expoliación de las propiedades monásticas continuó y la mayor parte de las tierras, tesoros y rentas fueron arrebatados por los ansiosos nobles. Había todavía un considerable afecto por la vieja fe. Los fanáticos iconoclastas del reinado de Enrique no eran queridos por el sucesor y su media hermana María procedió, con moderación, a restaurar a la Iglesia católica romana, quizá no con su antiguo poder pero sí como la religión oficial.

No hay duda de que María persistió en su política a pesar de las advertencias de su esposo, el católico Felipe II de España, y de que podría haber sido una honorable defensora de la fe pura contra la herejía. Pero, mentalmente insana, no escuchaba razones. Causó la muerte en la estaca de trescientos hombres y mujeres del pueblo en un período de tres años, con lo cual aseguró que la mayoría de sus súbditos considerara más diabólico al catolicismo romano que el paganismo. El ascenso al poder de Isabel I se produjo muy tarde y la llegada de la tolerancia religiosa fue impensable durante muchos años.

El efecto de la persecución de María es evidente aun en la actualidad. Todavía es difícil desentrañar muchos sucesos del siglo XVI porque la explicación dada por los escritores protestantes a menudo difiere de la versión de los católicos. Todavía hoy tenemos esos distantes fuegos, como brasas encendidas, en Irlanda del Norte.

DIBUJO SOBRE EL CARDENAL CISNEROS MOSTRANDOS SUS PODERES



Francisco Jiménez de Cisneros (1436 - 1517). Cardenal, Arzobispo de Toledo y Primado de España, perteneciente a la Orden Franciscana, tercer Inquisidor General de Castilla y regente de la misma a la muerte de Fernando el Católico. A la muerte de Felipe I el Hermoso presidió también el Consejo de Regencia que asumió el gobierno sin consentimiento de la reina Juana, hasta la llegada de Fernando el Católico. hijo de hidalgos pobres. Posiblemente fue enviado a la cercana villa de Alcalá de Henares en su adolescencia a hacer estudios de gramática; los continuó en el Colegio Mayor de San Bartolomé en Salamanca; de allí pasó a Roma en donde fue ordenado sacerdote.

Tras el fallecimiento de su padre regresa a España y consigue el arciprestazgo de Uceda, enfrentándose con el Arzobispo de Toledo, lo que significó el encarcelamiento de don Gonzalo por el Arzobispo Carrillo durante algunos años. A pesar de su reclusión, Cisneros no renunció a su cargo, en el que fue mantenido por el Cardenal Gónzalez de Mendoza, aunque el encierro debió de durar poco tiempo según se deduce en algunas biografías, pues poco después, en (1478), Francisco Jiménez de Cisneros era capellán mayor de la catedral de Sigüenza.

Sufrió una profunda crisis espiritual que le llevó a entrar en la orden de los franciscanos; fue entonces cuando sustituyó su nombre de Gonzalo por el de Francisco en honor a Francisco de Asís. Se encerró en el convento de la Salceda y durante 7 años llevó una vida monacal.

De allí lo sacó la Reina Isabel (Isabel la Católica) en el año (1492), tras convencerle de que aceptara ser su confesor, siguiendo los consejos del entonces Arzobispo de Toledo, el Cardenal González de Mendoza, primer protector de Francisco Jiménez de Cisneros.

Fue nombrado provincial de la orden franciscana y acometió en ella una profunda reforma; más tarde reformó el clero secular.

A la muerte del Cardenal González de Mendoza en (1495), fue nombrado Arzobispo de Toledo, lo que en la Baja Edad Media era ostentar el mayor poder tras La Corona, al ser Primado de España.

Isabel I la Católica tuvo en Francisco Jiménez de Cisneros no sólo un confesor, también un consejero. Al morir la reina, Juana I de Castilla y su esposo Felipe de Habsburgo fueron nombrados reyes de Castilla. El 24 de septiembre, un día antes de la muerte de Felipe I el Hermoso, los nobles acordaron formar un Consejo de Regencia interina para gobernar provisionalmente el reino presidido por Francisco Jiménez de Cisneros y formado por el Almirante de Castilla, el Condestable de Castilla, Pedro Manrique de Lara y Sandoval Duque de Nájera, Diego Hurtado de Mendoza y Luna Duque del Infantado, Andrés del Burgo Embajador del Emperador, y Filiberto de Vere, mayordomo mayor del Rey Felipe. La nobleza y las ciudades contendieron acerca de quien debiera desempeñar la Regencia pues unos querían al Emperador Maximiliano y otros a Fernando el Católico. Sin embargo la reina Juana trató de gobernar por sí misma, revocó e invalidó las mercedes otorgadas por su marido, para lo cual intentó restaurar el Consejo Real de época de su madre.

Sin consultar a Juana, Francisco Jiménez de Cisneros acudió a Fernando el Católico para que regresara a Castilla. Pero a pesar de los intentos de Cisneros, nobles y prelados, la reina no reclamó a su padre para gobernar[8] y de hecho llegó a prohibir la entrada del arzobispo a palacio. Para dar legalidad al nombramiento de regente a Fernando el Católico, el Consejo Real y Cisneros buscaron encauzar el vacío de poder con la convocatoria de Cortes, pero la reina se negó a convocarlas, y los procuradores abandonaron Burgos sin haberse constituido como tales.

Tras regresar de tomar posesión del Reino de Nápoles, Fernando el Católico se entrevistó con su hija el (28 de agosto de 1507), y volvió a asumir el gobierno de Castilla. En diciembre de (1509) pactó con el emperador la renuncia de las pretensiones imperiales de regencia en Castilla, y en las Cortes de (1510) le ratificaron como regente.

Agradecido con Cisneros, el Rey Católico le consiguió el capelo cardenalicio. Entre (1507) y (1516), aun con extremadas dificultades, Cisneros y el Rey Fernando consiguieron devolver un tanto el prestigio que la monarquía había perdido. Se renovó el entusiasmo conquistador, desempeñando Francisco Jiménez de Cisneros un papel importante en conquista de Orán, al igual que en los tiempos de Isabel I la Católica había participado de manera activa en la conquista del Granada.

Muerto Fernando el Católico, por disposición testamentaria, Cisneros queda constituido nuevamente como Regente del Reino de Castilla hasta que el joven príncipe Carlos, que se encontraba entonces en Flandes, viniera a España para ocupar el trono. En esta etapa de casi 2 años, Cisneros, que contaba ya con ochenta años, mostró de unas dotes políticas y una habilidad para gobernar extraordinarias. Supo hacer frente a un clima interior extremadamente inestable, con los nobles castellanos ávidos de recuperar el poder perdido, así como a las intrigas de los que pretendían sustituir en el trono español a Carlos por su hermano Fernando, que había sido educado en España por Fernando el Católico. Los acontecimientos se desbordaron y Carlos fue proclamado en Bruselas Rey de Castilla y Aragón en un acto que se podría asemejar a un golpe de Estado, pues la reina legítima era Juana y nadie había proclamado su destitución. Sin embargo, Cisneros se advino a los hechos de Bruselas y envió emisarios a Flandes urgiendo la inmediata presencia de Carlos como único medio de parar las inquietudes de rebelión que corrían por el reino. Así pues, de facto había dos gobiernos: el de la corte de Bruselas y el de Francisco Jiménez de Cisneros en Castilla. Francisco Jiménez de Cisneros murió en Roa cuando se dirigía a recibir al futuro Carlos I de España.

sábado, 11 de junio de 2011

LAS CORTES DE CÁDIZ , de José Casado del Alisal



El 24 de septiembre del incierto año 1810 tiene lugar en la Isla de León (San Fernando) la inauguración de las Cortes Generales Extraordinarias y Constituyentes con la asistencia de unos 105 diputados. Posteriormente fue traslada a Cádiz hasta 1814.

Fue en la Isla de León donde, asimiladas las ideas de la Revolución Francesa y algunas cuestiones del Código Napoleónico, se promulgaron los decretos relativos a la Soberanía Nacional, la división de poderes, la igualdad y la legalidad o la libertad de prensa. Todo ello sentaría las bases del Nuevo Estado Democrático y de Derecho que se esperaba tener tras ganar la Guerra de la Independencia, así como el fin del antiguo Régimen y el inicio de un nuevo tiempo para los españoles de los ambos lados de ultramar, la Península e Hispanoamérica. Estos decretos sirvieron como modelo y base de numerosas Constituciones europeas posteriores.

Las Cortes de Cádiz crearon un nuevo sistema político basado en el principio de la soberanía nacional, con la monarquía como forma de gobierno, pero con división de poderes.

Pero estos adelantos fueron suspendidos por el Decreto de 4 de mayo de 1814 del rey Fernando VII, soberano absolutista todavía con la mentalidad feudal del Despotismo Ilustrado que no supo agradecer al pueblo español su heroica lucha contra el invasor francés para conseguir su regreso al trono que le había usurpado Napoleón Bonaparte,y que nuevamente ya como Rey de España otra vez, declaró nula la Constitución de 1812 y todas las decisiones de las Cortes de Cádiz.

EL VENCEDOR DE NAPOLEÓN, EL DUQUE DE WELLINGTON


El 22 de septiembre de 1812, los parlamentarios españoles, reunidos en las Cortes de Cádiz confieren al inglés Sir Arthur Wellesley, duque de Wellington, el mando supremo de los Ejércitos Españoles, con tal de que libere a España de la dominación Napoleónica.

Seria uno de los héroes más aclamado de la historia del Reino Unido y de la historia del mundo, derrotando a Napoleón en la batalla de Waterloo.

EL GUERNICA, de Pablo Ruiz Picasso.


En el año 1981, siendo presidente del gobierno Leopoldo Calvo Sotelo, regresa a España el Guernica de Picasso, un gigantesco cuadro procedente del Museo de Arte Moderno de Nueva York, junto a los 23 bocetos que lo completaban, cumpliendo el deseo del famoso pintor malagueño Picasso de que volviera a España cuando ya hubiera plena libertad y democracia.

El bombardeo de de la ciudad vasca de Guernica por parte de la Legión Condor, una escuadra de aviones alemanes con la que Adolf Hitler ayudó a la causa de Francisco Franco, se habia convertido en un símbolo de los horrores de la guerra para todo el mundo. El hecho tuvo un gran impacto en su época, inspirando a Pablo Picasso su más famoso cuadro, el Guernica, que expuso por primera vez en el pabellón de España en la Exposición Internacional de París de 1937, en plena Guerra Civil Española, y por encargo del gobierno de la República Española.

Hubo un tiempo que ese cuadro estaba considerado como el más caro del mundo.

EL EMPECINADO, pintura de Francisco de Goya


He aquí el retrato del líder guerrillero que le puso complicado al ejército de Napoleón Bonaparte cuando invadió España. Un simple campesino castellano de Valladolid que llegó a capitán general, pero que sólo mereció del rey Fernando VII el destierro a causa de sus ideas liberales y su oposición al absolutismo restaurado por el rey Borbón. . Pero en 1920 durante el pronunciamiento de Rafael de Riego vuelve a las armas para luchar contra las tropas realistas. Su nombre era Juan Martín Díez. Murió ahorcado por orden del Rey de España.

sábado, 4 de junio de 2011

LA FOTOGRAFÍA ERÓTICA: LA MUJER, ESE OBJETO DE DESEO- 2

Para alegría y goce de los visitantes de mi museo virtual, acabo de adquirir más fotografías de tinte erótico y sensual para poderla disfrutar desde la galería de mi museo, que viene a ser la continuación de mi anterior entrada de fotografías eróticas de gran calidad, sobre el eterno femenino que tanto nos atrae




























































































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