viernes, 27 de agosto de 2010

LAS SABINAS, ENTRE ROMANOS Y SABINOS


Este es una de las pinturas que más me gustan, no sólo por la belleza de su colorido y expresión, sino también por lo que representa históricamente. En medio de tantas guerras, el pueblo romano en los primeros tiempos de la fundación de Roma, se había encontrado en unos momentos que andaban escasos de mujeres, y con ello el peligro de su propia supervivencia como pueblo, por lo que no se le ocurrió otra cosa que raptar a las mujeres más hermosas de otro pueblo vecino, los sabinos. Y raptaron a las sabinas para seducirlas y convertirlas en sus esposas, y las dejaron preñadas para asegurarse la perpetuación de su linaje. Pero ofendidos por ese ultraje, los sabinos se reagruparon y formaron un ejército para vengarse del agravio romano. Pero cuando se iban a enfrentar en lo que parecía ser la batalla final, las sabinas se interpusieron entre ambos ejércitos combatientes para que dejasen de matarse porque, razonaron, si ganaban los romanos, perdían a sus padres y hermanos, y si ganaban los sabinos, perdían a sus maridos e hijos.Eso es lo que representa este magnifico cuadro de Jacques-Louis David (el pintor preferido de Napoleón Bonaparte). Las mujeres sabinas lograron convencer a ambos bandos, y finalmente hicieron las paces, fusionándose como pueblo, aunque en el resto de la península itálica, quedarían restos de pueblos sabinos, que con el tiempo tuvieron duros enfrentamientos en las llamadas "guerras sociales" de los tiempos del cónsul-dictador Lucio Cornelio Sila, durante los últimos años de la República Romana.

Y ya que hablamos nacimientos, es interesante conocer la forma tradicional romana que se llevaba:

Tras nacer la criatura, interrumpía el conocido primer lloro del bebé, que indicaba su energía. La comadrona, asistente, o esclava que participaba en el parto, lavaba a la criatura recién nacida y la llevaba ante el señor de la casa, el "pater familias", al que la ley romana le otorgaba un poder absoluto dentro de su hogar y su familia., para que lo mirara y lo aceptase o lo recharara según cómo le pareciera el aspecto del recién nacido. En ese primer momento que el padre romano tenía a su hijo entre sus manos era clave en el destino del recién nacido, pues su progenitor tenía por ley el derecho de aceptarlo, o repudiarlo si consideraba que había presagios funestos, que había nacido en un día inadecuado, o que tenía algún defecto. Si lo rechazaba lo más probable es que se tirara a la basura, al río Tiber, o dado en adopción a otra familia romana que lo solicitara entre sus clientes. Si el padre lo aceptaba, hacia que le devolvieran a la madre para que le diera de pecho, y en este caso, el pater familias, para celebrar el acontecimiento, normalmente por la noche solía hacer una celebración con alguna buena comida acompañada de buen vino en honor a alguno de los dioses romanos, en la que se invitaba a familiares, amigos y clientes,y les anunciaba el nombre que escogía para su nuevo hijo o hija. El rito incluía que se contrataran a tres personas, o que tres esclavos hicieran lo siguente: uno debía de llevar un hacha afilada, otro una enorme maza, y el tercero una escoba. Se acercaban hasta detenerse junto a la puerta principal de la domus (casa romana), y en el silencio de las primeras horas de la madrugada, dar unos ruidosos golpes que se oyeran por la casa y entre el vecindario. Ese rito consistía en sacudir la puerta con sus herramientas para así cortar, golpear y barrer cualquier mal que pudiera afectar al recién nacido, tal y como correspondía a los dioses Intercidona, Pilumnus, y Deuerra (los tres dioses menores romanos, que protegían a los recién nacidos y a sus madres). Y así se iniciaba la feliz interrupción en escena de un nuevo miembro en la familia romana, que quizás incluso podría llegar a ser el futuro "pater familias" de aquel hogar en el que le había tocado nacer. El más ilustre de los romanos, Cayo Julio César, de la gens César-Cotta, hijo de Aurelia y de Julio, a pesar de sus orígenes claramente patricio-aristocrático, nacería en una ínsula del barrio más pobre de Roma: el Subura.Y así se supone que fue su nacimiento, como el de tantos romanos de la época, muy apegados a las tradiciones y a los valores de la familia y el respeto a sus ancestros.

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